Fotografía del proyecto marine cloud brightening, dirigido por Southern Cross University, cuyo objetivo es reflejar la luz solar lejos de la Tierra para evitar el calentamiento excesivo de los océanos. Foto de la universidad
Fotografía del proyecto marine cloud brightening, dirigido por Southern Cross University, cuyo objetivo es reflejar la luz solar lejos de la Tierra para evitar el calentamiento excesivo de los océanos. Foto de la universidad

29 de feb. (Dow Jones) -- ¿Vertido de productos químicos en el océano? ¿Rociar agua salada en las nubes? ¿Inyectar partículas reflectantes en el cielo? Los científicos están recurriendo a técnicas que alguna vez fueron impensables para enfriar el planeta, porque los esfuerzos globales para controlar las emisiones de gases de efecto invernadero están fracasando.

     Estos enfoques de geoingeniería alguna vez fueron considerados tabú por científicos y reguladores, quienes temían que experimentar con el medio ambiente podía tener consecuencias no deseadas. Pero ahora los investigadores están recibiendo fondos de los contribuyentes e inversiones privadas para salir del laboratorio y probar estos métodos al aire libre.

     El cambio refleja la creciente preocupación de que los esfuerzos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero no avanzan lo suficientemente rápido como para prevenir los efectos destructivos de las olas de calor, las tormentas y las inundaciones, que en todos los casos han empeorado por el cambio climático. La geoingeniería no sustituye a la reducción de emisiones, de acuerdo con los científicos y líderes empresariales involucrados en los proyectos. Más bien, es una forma de frenar el cambio climático en los próximos años y, a la vez, ganar tiempo para cambiar a una economía libre de carbono en el largo plazo.

     Los científicos e investigadores están llevando a cabo tres experimentos de campo en Estados Unidos y otros países.

     Este mes, los investigadores a bordo de un barco frente a la costa noreste de Australia, cerca de las islas Whitsunday, rociaron una mezcla salada a través de boquillas de alta presión en el aire, en un intento por iluminar las nubes de baja altitud que se forman sobre el océano. Los científicos esperan que las nubes más grandes y brillantes reflejen la luz solar lejos de la Tierra, sombreen la superficie del océano y enfríen las aguas alrededor de Great Barrier Reef, donde el calentamiento de las temperaturas oceánicas ha contribuido a la muerte masiva de corales.

     El proyecto de investigación, conocido como brillo de nubes marinas [marine cloud brightening], está dirigido por Southern Cross University y forma como parte de Reef Restoration and Adaptation Program de 64.55 millones de dólares, o 100 millones de dólares australianos. El programa está financiado por la asociación entre Reef Trust del gobierno australiano y Great Barrier Reef Foundation, e incluye organizaciones conservacionistas y varias instituciones académicas.

     En Israel, una startup llamada Stardust Solutions ha comenzado a probar un sistema para dispersar una nube de diminutas partículas reflectantes a unos 18 mil 300 metros de altitud, reflejando la luz solar lejos de la Tierra para enfriar la atmósfera en un concepto conocido como Solar Radiation Management, o SRM. Yanai Yedvab, director ejecutivo de Stardust y ex subdirector científico de Atomic Energy Commission de Israel, no reveló la composición de las partículas patentadas.

     Yedvab dijo que Stardust ha recaudado 15 millones de dólares de dos inversores y ha realizado pruebas aéreas de bajo nivel utilizando humo blanco para simular la trayectoria de las partículas en la atmósfera. Después de que la compañía complete las pruebas de seguridad en interiores, tiene la intención de realizar una prueba limitada al aire libre de la tecnología de dispersión, los dispositivos de monitoreo y las partículas en los próximos meses, dijo Yedvab.

     En Massachusetts, investigadores de Woods Hole Oceanographic Institution (WOHI)planean verter seis mil galones de una solución líquida de hidróxido de sodio, un componente de lejía, en el océano a 11.6 kilómetros al sur de Martha's Vineyard este verano. Esperan que la base química actúe como una gran tableta de Tums, reduciendo la acidez de un parche de agua superficial y absorbiendo 20 toneladas métricas de dióxido de carbono de la atmósfera, almacenándolo de forma segura en el océano.

     “Cuando tienes acidez estomacal, comes un Tums que se disuelve y hace que el líquido en tu estómago sea menos ácido”, dijo Adam Subhas, científico asociado de WHOI e investigador principal del proyecto. “Por analogía, estamos agregando este material alcalino al agua de mar y estamos dejando que el océano absorba más CO2 sin provocar más acidificación del océano. Todo lo que estamos viendo hasta ahora es que es seguro para el medio ambiente”.

     El proyecto de 10 millones de dólares, conocido como mejora de la alcalinidad oceánica, está financiado por National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA), dos organizaciones filantrópicas y varios donantes privados, dijo Subhas. La liberación de hidróxido de sodio, que requerirá la aprobación de Environmental Protection Agency de Estados Unidos, está prevista para agosto.

     Los experimentos destinados a enfriar la atmósfera reflejando la luz solar lejos de la Tierra son un intento de imitar lo que sucede cuando un volcán entra en erupción. En 1991, el Monte Pinatubo, un volcán activo en Filipinas, arrojó azufre y cenizas a la atmósfera superior, reduciendo la temperatura de la Tierra en 0.5 grados Celsius durante todo un año.

     Pero hasta hace unos años, muchos científicos se oponían a las intervenciones humanas, por temor a que tuvieran un efecto indeseable al permitirle a la sociedad evitar tomar decisiones difíciles sobre la reducción de emisiones, lo que en última instancia podría ser contraproducente.

     “Es muy sencillo que se convierta en una excusa para no hacer todas las cosas que ya podemos hacer y sabemos que funcionarán”, dijo Dan Jørgensen, ministro de política climática global de Dinamarca. “Cuando empezamos a interferir con la naturaleza, corremos el riesgo de que también tenga muchas consecuencias muy negativas, que no podemos controlar ni prever”.

     Se necesita intervención, dijo Jørgensen, “pero debemos ser extremadamente cuidadosos con la forma en que lo hacemos”.

     Daniele Visioni, profesor asistente de ciencias de la tierra y atmosféricas en Cornell University, hizo eco de ese sentimiento.

     “Ahora estamos en el punto en que la elección no es implementar o no el SRM, sino tomar una decisión informada o tomar una decisión no informada”, dijo Visioni.

     La National Academy of Sciences publicó un estudio en 2021 que abogaba por un enfoque cauteloso para estudiar las tecnologías de geoingeniería solar, y un segundo informe en 2022 revisó varios métodos de almacenamiento de dióxido de carbono en el océano.

     En 2023, la Casa Blanca emitió directrices de investigación para inyectar partículas reflectantes en la atmósfera y dar brillo a las nubes, concluyendo que las tecnologías ofrecen la posibilidad de enfriar el planeta pero también conllevan riesgos desconocidos, como agotar la capa protectora de ozono, dañar la vida marina, dañar los cultivos o alterar los patrones de lluvia.

     Este mes, en Nairobi, Kenia, los delegados de la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente debatirán una resolución para considerar los riesgos y beneficios de la gestión de la radiación solar.

     El objetivo detrás de los experimentos de campo de este año en Estados Unidos, Israel y Australia es abordar algunas de estas preguntas y obtener información sobre si estos proyectos podrían sentar las bases para esfuerzos a gran escala para enfriar el planeta.

      “Están respondiendo preguntas realmente importantes sobre si fuéramos a rociar sal marina en la atmósfera”, dijo Michael Diamond, profesor asistente de meteorología y ciencias ambientales en Florida State University, sobre el experimento australiano de brillo de nubes. “¿Llegaría eso a las nubes, se quedaría allí arriba? ¿Puedes obtener suficiente brillo para marcar la diferencia?”

     Para que cualquiera de estos proyectos pase de una prueba de campo a un despliegue global a gran escala, requeriría cooperación internacional y probablemente costaría billones de dólares. Ese escenario está a años de distancia.

      “Hay una gran reticencia política a hacer experimentos que perturben al aire libre”, dijo Jessica Seddon, investigadora principal de Jackson School of Global Affairs de Yale University. “Va a hacer falta una valentía extraordinaria para reconocer que, en ciertas circunstancias, esos experimentos serán necesarios, tendrán valor informativo y deben ser restringidos, pero no prohibidos”.

 

* Stacy Meichtry contribuyó a la elaboración de este artículo.

 

 


Fecha de publicación: 29/02/2024

Etiquetas: cambio climático tecnología emisiones