Mestiza de Indias inició hace seis años de la mano del ex periodista y corredor de arte Gonzalo Samaranch. Hoy ese negocio de productos agrícolas cultivados con técnicas ancestrales florece y es cada vez más reconocido por quienes adquieren sus cultivos. Foto Facebook @mestizadeindias
Mestiza de Indias inició hace seis años de la mano del ex periodista y corredor de arte Gonzalo Samaranch. Hoy ese negocio de productos agrícolas cultivados con técnicas ancestrales florece y es cada vez más reconocido por quienes adquieren sus cultivos. Foto Facebook @mestizadeindias

27 de may. (Axis Negocios) -- Ganar – ganar. Ese es el modelo de negocio de Mestiza de Indias, un proyecto de agricultura en San Pedro Chenchelá, una localidad en el estado de Yucatán a unos 50 kilómetros de la zona arqueológica de Chichén Itzá, que retoma técnicas de cultivo ancestrales y el cual pretende mantenerse como un negocio sustentable en todo sentido, que contrasta con la industria agroquímica y, en general, con el comercio global.

     El proyecto inició seis años atrás de la mano del ex periodista y corredor de arte catalán, Gonzalo Samaranch, quien retomó la agricultura regenerativa, con técnicas para rehabilitar y mantener nutrido el suelo, como lo hacían los mayas cientos de años atrás, pero que con la explosión del turismo de masas en la región había ido quedando sencillamente en el olvido --como ocurrió también con muchos otros hábitos, costumbres e incluso los mismos productos locales que anteriormente se cultivaban en la región, pero que por sus características físicas eran incapaces de resistir o soportar una comercialización a nivel industrial.

     “Un poco lo que hacemos es recuperar especies [de semillas] para fomentar su consumo local. Estamos sembrando especies Heirloom, o semillas ancestrales, que son tropicales”, explicó Samaranch, quien también vivió unos meses en una comunidad indígena en una región del Amazonas, donde aprendió sobre el cultivo de alimentos y sobre todo donde ideó de forma conceptual su proyecto para aplicarlo en México.

     Samaranch da hoy empleo a 20 personas y como en todas las facetas de su negocio, también considera que todos y todas las partes deben salir beneficiadas. La mitad de quienes trabajan con él son mujeres con igualdad de salarios e incluso se benefician con la obtención de los mismos alimentos que su negocio produce y vende a restaurantes de alta cocina en la región. Los cultivos también los consume la comunidad de San Pedro Chenchelá. De esa forma da opciones a una población que --como en todo el país-- tiene menor acceso a alimentos saludables y que suelen ser más caros, sobre todo cuando se comparan con otros procesados que, de acuerdo con muchos expertos, fomentan una mala nutrición propensa a enfermedades, como las coronarias o la diabetes.

     Como la mitad de sus colaboradores son mujeres, cuyos esposos suelen ir a trabajar periodos largos a la zona hotelera del estado de Quintana Roo, uno de los planes más próximos es la apertura de una estancia infantil.

     Mestiza de Indias tiene como base ser un proyecto amable con la naturaleza y su comunidad y, de acuerdo con Samaranch, cada paso está regido por la coherencia con esos principios. Es por esa razón que, por ejemplo, si bien sus productos son apreciados, únicamente los vende a clientes cercanos para evitar así grandes traslados que en cualquier caso elevarían la huella de carbono de los alimentos orgánicos que él produce. Por ese mismo motivo también es posible hacer negocio con una infinidad de hortalizas, entre ellas algunas variedades de los 700 tipos diferentes de tomates que han desaparecido de México y que al tener cáscaras más delgadas no resisten el comercio a una escala global.

     En la actualidad ya hay industrias enteras que comenzaron a adoptar procesos que se suponen son más amigables con el medio ambiente, o son socialmente más responsables. Para ello incluso, han surgido negocios que certifican esas actividades. Claro que muchos de esos casos, no responden a una verdadera conciencia medioambiental o socialmente responsable, sino a métricas financieras. Con esa certificación, las empresas pueden colocar diversos instrumentos financieros que los premian, a cambio, con tasas de interés más bajas. Otros toman una conciencia ecológica ante la presión gubernamental o de las comunidades donde interactuan, lo que los lleva a racionar el uso de recursos naturales o a ayudar en la construcción de una mejor infraestructura social.

     “Lo que ofrecemos es una revolución, pero para los negocios [tradicionales] es complejo porque ya forman parte de un engranaje industrial”, añadió Gonzalo Samaranch.

     Para Mestiza de Indias, el negocio no es un proyecto conceptual, o un piloto. Es el producto de una filosofía encarnada en sus actividades y que gracias a su concepción pudo ser más resiliente en los días más duros de la pandemia de la covid-19, cuando toda la región, que es una de las grandes potencias globales del turismo, quedó paralizada.

     Por la calidad de sus productos, el proyecto generó, durante la contingencia sanitaria, mayores ventas y, por ende, contrató, en lugar de despedir, a más trabajadores.

     “Es cierto que todos mis clientes cerraron porque yo vendía básicamente a restaurantes y hoteles que habían cerrado, pero toda esa gente, los dueños de los hoteles se quedaron en casa, entonces nos dedicamos a repartir por las casas y al final creo que facturamos ese año más que ninguno, era cómo buscar una oportunidad de una difícil situación y eso me permitió no tener que despedir a nadie, contratamos a más gente”, agregó Samaranch.

     Tener autosuficiencia en sus métodos de producción, al no requerir de productos externos como plaguicidas o fertilizantes,le permitió no depender de terceros para producir en ese entonces. En la actualidad, cuando los problemas del mundo ya no responden tanto a una emergencia sanitaria sino a una inflación como no se había visto en décadas, Mestiza de Indias es también inmune a esa espiral.

     Ante la dependencia de otros competidores que emplean materias primas importadas y frente a la escasez de fertilizantes químicos en medio de los problemas que todavía acarrean la pandemia de covid-19 y la guerra de Rusia en Ucrania, el negocio de Samaranch ha podido más que sobrevivir ya que no enfrenta mayores costos ni mayores gastos. Esto incluso le ha dado una ventaja competitiva en la que Mestiza de Indias puede sostener con mayor facilidad sus precios.

     Mestiza de Indias utiliza la caña de azúcar y captura microorganismos que encuentra en el monte para generar sus propios fertilizantes. “La naturaleza es el gran proveedor”, dice Samaranch. Además, los nutrientes los aporta, en buena medida, la rotación de sus cultivos.

     En la actualidad abastece a aproximadamente 15 restaurantes en la península de Yucatán, en Tulum, Holbox y Mérida. Los principales compradores son empresarios jóvenes, a quienes ofrece no solo sus alimentos, sino un servicio integral para la elaboración de los menús, que puedan variar cada semana en función del cultivo de la época.

     Samaranch explica que el proyecto diseña siembras de acuerdo con lo que planifica con los chefs, es decir, no solo es la compra y venta de alimentos, lo cual implica un cambio de paradigma de los negocios, pues tienen que modificar su manera de funcionar, aunque no siempre todos están dispuestos a negociar menús y productos.

      En un futuro, Mestiza de Indias también espera emprender un proyecto de agroturismo, que son actividades agrícolas que atraen a visitantes a su granja para demostrar esas ténicas ancestrales de cultivo y que espera acerquen y concienticen más a la gente de la diferencia de los productos naturales versus los industriales.

 


Fecha de publicación: 27/05/2022

Etiquetas: negocios inflación sustentabilidad