El futuro de la política monetaria ha inyectado nerviosismo a los mercados. Foto archivo

La semana pasada nuevamente se registraron días de gran incertidumbre y volatilidad en los mercados financieros internacionales. El epicentro fue una reunión en Washington entre el presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Jerome Powell, Christine Lagarde, presidente del Banco Central Europeo, y Kristalina Georgieva, Directora General del Fondo Monetario Internacional.

     Como ya es costumbre en Powell, dejó pasar la maravillosa oportunidad de serenar los ánimos de los participantes en los mercados financieros y decidió soltar el proyectil de que la Fed está preparada para restringir de forma más agresiva la política monetaria ante la persistencia de una inflación alta y con tendencia creciente. Powell señaló que el Comité de la Fed está listo para subir más rápido la tasa de interés de referencia y que el incremento podría ser de 50 puntos básicos, por lo que la tasa que se dará a conocer el próximo 5 de mayo se ubicará en el rango de 0.75% a 1.0%.

     De esta forma, Powell se suma a la corriente de los “agresivos” de la Fed que empiezan a predecir un ciclo de tasas más apretado, tal y como lo ha hecho en repetidas ocasiones James Bullard, presidente de la Fed de San Louis. Esta corriente entre los miembros con voto ha venido ganando terreno en la medida en que los datos de inflación en la economía más grande del mundo siguen mostrando máximos de los últimos años. Recordemos que en marzo la inflación en Estados Unidos se ubicó en 8.5%, frente al nivel de 7.9% del mes anterior, lo que representa el mayor nivel para los precios desde 1982.

     El origen de la inflación y la conducción de la política monetaria global han abierto un debate sobre la forma en la que se debe enfrentar el fenómeno del incremento en los precios sin ocasionar una recesión de proporciones mayúsculas. En este sentido, vale la pena destacar las palabras de Powell la semana anterior, y que pasaron desapercibidas, pero que dejan entrever el verdadero sentido de la política monetaria: “nuestro objetivo es utilizar nuestras herramientas para volver a sincronizar la demanda y la oferta agregada, de manera que la inflación baje y lo haga sin ocasionar una desaceleración económica que equivalga a una recesión”.

     Esto nos lleva a cinco reflexiones interesantes sobre la inflación y la conducción de política monetaria.

         1. El origen. La inflación ha tenido diferentes detonadores a lo largo de los dos últimos años. El surgimiento de la pandemia y el confinamiento global derivaron en una profunda caída de la actividad económica mundial, la quiebra de fábricas, el cierre de puertos –lo que daría paso a la llamada crisis de los contenedores– y en general, a un estrangulamiento de las cadenas de suministro que derivó en el incremento de los precios. La presión sobre la inflación se hizo aún más fuerte cuando de manera súbita y ante el avance en el proceso de vacunación a nivel global, se decretó la reapertura de la economía, ocasionado que la demanda global de bienes y servicios se catapultara.

     La tendencia alcista en los precios se fortaleció a finales de febrero con el inicio de las hostilidades entre Rusia y Ucrania, dos países con una importancia relevante en el mercado internacional de alimentos. Rusia es el tercer productor de granos y Ucrania el cuarto productor más importante; en 2021, juntos representaron 22% de las exportaciones globales de granos y cereales. La guerra entre las dos naciones tiene bloqueado puertos y vías ferroviarias, principalmente de Ucrania que exporta 98% de sus granos. Los bombardeos por parte de los buques de guerra rusos han ocasionado daños importantes en los puertos ucranianos que no volverán a ver actividad en el corto y mediano plazos.

     El mercado energético también ha entrado en un terreno crítico, ya que Rusia ha anunciado que de proseguir la instrumentación de sanciones en su contra, podría cortar el suministro de gas hacia Europa, que depende en un 40% del suministro de Rusia. Misma situación se presenta con el petróleo en donde Rusia es el tercer productor más importante a nivel mundial, solo detrás de Estados Unidos y Arabia Saudita; así, en los últimos 15 meses el precio del petróleo se ha triplicado y el del gas se ha quintuplicado. La pandemia y los conflictos geopolíticos han creado la tormenta perfecta sobre la inflación a nivel global.

         2. Inflación de oferta. Estamos pues ante un escenario de inflación de oferta, que no es susceptible de corregirse a través de una política monetaria restrictiva. Es decir, las tasas de interés podrían subir aceleradamente, y no habría nivel de tasas que solucionara la guerra y la escasez de alimentos, o podrían seguir subiendo y esto no aliviaría el problema de las cadenas de suministros resultado de los cierres de puertos en China por el avance reciente de los contagios por COVID.

     El problema cuando sube el precio de las materias primas o la energía es que se encarece automáticamente todo el proceso productivo. Los empresarios tienen dos opciones, trasladar al consumidor final el incremento de los insumos o absorberlos a costa de una menor margen de utilidad. En este último caso, y de prolongarse por mucho tiempo el alza de las materias primas, las empresas tendrían que cerrar sus puertas, generando desempleo.

         3. La disyuntiva. Si estamos frente un fenómeno de inflación de oferta, ¿por qué aumentar las tasas de interés? La tendencia de los Bancos Centrales en el mundo ha abierto un debate en relación con la verdadera eficacia de la política monetaria para combatir el alza en los precios, más aún cuando el incremento en las tasas potencialmente podría causar una recesión. La crisis Sub Prime de 2008 tuvo en su origen precisamente el incremento de las tasas de interés, que terminó por impactar a todos los usuarios del crédito, incrementando la cartera vencida de los bancos, y ocasionando el colapso del sistema financiero estadounidense.

         4. Por qué una política monetaria restrictiva. El objetivo principal de iniciar un ciclo restrictivo es evitar los efectos de segundo orden, es decir, que la inflación actual afecte las expectativas inflacionarias de mediano y largo plazos, evitándose de esta forma, el surgimiento de una espiral inflacionaria que sería muy difícil y costosa de combatir. Dicho de otra forma, se debe evitar que las expectativas de inflación se trasladen a los salarios por una presión sindical, y no por un aumento de la productividad, en cuyo caso se generaría una mayor inflación por el lado de la oferta.

     Recordemos las palabras de Powell, “tenemos que sincronizar la demanda y la oferta agregada”. Los problemas de suministro han desplazado la curva de oferta, que tiene pendiente positiva, hacia la izquierda, más cerca del origen, aumentando los precios, tal como esta sucediendo. Una política monetaria restrictiva impacta los componentes de la demanda agregada (inversión, consumo y gasto del gobierno), por lo que la curva de demanda, con pendiente negativa, se desplazará hacia la izquierda logrando contener el incremento en los precios.

     El incremento en las tasas de interés no es inocuo, el resultado será una menor expansión económica, lo que ya ha quedado de manifiesto con las nuevas expectativas del FMI y el Banco Mundial que recortaron sus proyecciones en casi un punto porcentual. El reto para los bancos centrales es encontrar el punto en el que las tasas de interés logren el equilibrio al que hace referencia Powell sin causar una recesión mundial.

         5. ¿Qué va a pasar? Ante la disyuntiva entre mayor inflación o menor crecimiento es claro que los bancos centrales optarán por una menor expansión del producto.

     Una de las lecciones que el mundo ha aprendido de las crisis financieras de los últimos cincuenta años, es que la mejor manera de propiciar un crecimiento sostenido de la economía es a través del control de la inflación. Hacia allá se está encaminando el mundo.

    

 

 


Fecha de publicación: 25/04/2022