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Misión, Texas, 10 de abr. (Puente News Collaborative) -- Mientras el presidente Trump prometía un infierno para el comercio que ha convertido la frontera entre Estados Unidos y México en una colmena de actividad económica, cuadrillas de trabajadores seguían vertiendo cemento para otra nueva carretera destinada a canalizar la carga extranjera hacia el corazón de Estados Unidos.
Buena parte de esa vía estará por arriba de los diques construidos hace décadas para contener el cauce del río fronterizo, otrora amenazante. Es apenas la más reciente de muchas obras de infraestructura similares y levantadas a lo largo de la frontera desde que el libre comercio con México se convirtió en una realidad hace más de 30 años.
“La historia no se puede revertirse”, dijo Sam Vale, dueño de otro puente fronterizo, a unos 40 kilómetros río arriba de Anzaldúas, uno de los dos únicos de propiedad privada en la frontera.
“Al final, todo se reduce a las ganancias, y el libre comercio ha sido rentable”, agregó Vale, de 82 años. “Este motor económico seguirá funcionando. Nunca, jamás se detendrá”.
Analistas y funcionarios consideran que México y Canadá salieron relativamente bien librados de los nuevos aranceles generalizados que Trump anunció la semana pasada. Aunque ambos países enfrentan algunos de los nuevos gravámenes --incluido un arancel de 25% sobre aluminio y acero--, la mayoría de sus exportaciones que cumplen con los términos del acuerdo comercial con Estados Unidos no se verán afectadas.
“No hay aranceles adicionales”, dijo la presidenta Claudia Sheinbaum durante su reunión matutina diaria con medios de comunicación en un tono celebratorio. Esto “tiene que ver también con la fuerza de nuestro gobierno, y como siempre digo: hay mucho pueblo en México”.
Los mercados estadounidenses y globales reaccionaron de inmediato al anuncio del presidente estadounidense y que ha puesto de cabeza el sistema global de comercio, provocando fuertes pérdidas en la mayoría de las bolsas del mundo, principalmente los mismos mercados bursátiles estadounidenses.
No todo fueron, obviamente, buenas noticias. Stellantis, propietaria de la marca de vehículos Chrysler, Fita y Jeep, entre otras, anunció la suspensión por un mes de operaciones en plantas de ensamblaje en México y Canadá, lo que, implicará la suspensión temporal de más de cinco mil trabajadores en esos dos países y en el mismo Estados Unidos, al no recibir auto partes provenientes de esas dos naciones.
Al mismo tiempo, la automotriz sueca Volvo Group reveló que aumentará la inversión planeada para edificar una planta en Ciénega de Flores, en el estado de Nuevo León, de 700 a mil millones de dólares a fin de poder producir más camiones pesados en ese centro de producción.
Funcionarios estadounidenses advirtieron a otros países --aquellos más duramente afectados por los arancele-- que esperen a negociar antes de tomar represalias.
Pero el primer ministro canadiense, Mark Carney, dijo al día siguiente del anuncio del presidente Trump que su país impondría un arancel de 25% a los vehículos estadounidenses importados.
Sheinbaum, por su parte, no reveló represalias por los nuevos aranceles estadounidenses sobre el acero, el aluminio, los numerosos productos fabricados con esos materiales y los vehículos que exporta el país a Estados Unidos. Cerca de 80% de las exportaciones mexicanas van a ese país.
Probablemente, ningún otro líder mundial ha hecho tantos esfuerzos como Sheinbaum para atender las exigencias de Trump y así evitar una guerra comercial con ese país. A solo seis meses de asumir el cargo, la primera presidenta de México ha contenido el flujo de migrantes que cruzan México hacia Estados Unidos, al tiempo que también ha clausurado laboratorios de metanfetamina y fentanilo a un ritmo sin precedentes. El mes pasado, su gobierno incluso extraditó a 29 de los principales capos del crimen organizado hacia Estados Unidos para enfrentar a la justicia allá.
Si bien el tratado comercial trilateral --conocido como T-MEC-- ha protegido hasta ahora a México y Canadá, su vigencia está sujeta a revisión.
“Esto no ha terminado. Este es apenas un capítulo”, dijo el secretario de Economía, Marcelo Ebrard, el jueves pasado durante la reunión matutina presidencial. “Estamos entrando a un nuevo sistema de comercio mundial”.
México exporta casi tres millones de vehículos al año a Estados Unidos, más que cualquier otro país. También vende 43% de las autopartes y componentes automotrices importados por su vecino del norte.
En conjunto, México es hoy el principal socio comercial de Estados Unidos, con un comercio bilateral que alcanza casi 900 mil millones de dólares anuales. Solo en Texas, el comercio con México sumó 281 mil millones de dólares en 2024, o una tercera parte del total.
Trump nunca ha ocultado su objetivo final: repatriar la industria automotriz --pilar de la industrialización mexicana de las últimas décadas-- a suelo estadounidense.
“Lo único que decimos es: no puedes entrar si no ensamblas aquí”, el presidente estadounidense ha repetido en numerosas ocasiones.
El auge del libre comercio con México desde los años noventa ha sido una bendición para comunidades fronterizas estadounidenses que por años vivieron en la pobreza. Como en otros puntos de esa frontera, en el extremo sur de Texas han florecido enormes almacenes en antiguos campos de caña de azúcar y cebolla en comunidades rurales como Relámpago. Los camiones de carga saturan hoy las carreteras rumbo al norte.
Pero el auge en la frontera ha significado declive en otras regiones.
La reubicación de fábricas --primero a México y luego a China y otros países asiáticos-- devastó al Medio Oeste estadounidense y a otras zonas industriales, amargando la visión de muchos trabajadores y pequeños empresarios de ese país.
“Vamos a dificultar que se sigan enviando empleos estadounidenses al extranjero”, añadió Trump. “Es un cambio total en la forma en que Estados Unidos ha hecho política económica, pero era necesario”.
Por ahora, un suspiro colectivo --un whew, como dicen en inglés-- pudo escucharse a lo largo de ambas fronteras.
Ese fue el caso en El Paso y Ciudad Juárez, donde Octavio Saavedra temía que los nuevos aranceles afectaran el negocio logístico y de almacenamiento que dirige. Como Sam Vale y otros líderes empresariales fronterizos, ahora cree que las medidas de Trump representan más un reinicio del comercio global que una revolución.
“Nuestra expectativa es que esta zona de comercio exterior siga creciendo”, dijo Saavedra, fundador y presidente de EP Logistics, que opera en varias zonas industriales del norte de México.
Saavedra recuerda que los aranceles impuestos a China durante el primer mandato de Trump sacudieron las cadenas de suministro, pero beneficiaron a México.
“Aquí, en la frontera sur, vimos un auge enorme. Como pueden ver, se están construyendo muchos edificios en El Paso y también en Juárez hay una cantidad tremenda de nuevas obras”, agregó.
Sin embargo, la incertidumbre ha frenado nuevas inversiones.
El alcalde de Juárez, Cruz Pérez Cuéllar, cuenta que conversa a menudo con inversionistas extranjeros que le dicen: “Queremos invertir más, pero estamos esperando a ver qué pasa. Están listos para poner más dinero, pero no pueden hacerlo todavía.”
Esa percepción se repite al otro lado de la frontera, en el sur de Texas.
“Ahora mismo es un desastre. No sabemos qué pasará de un día para otro”, dijo Jorge Martínez, vicepresidente de Galvotec en McAllen, una empresa familiar que fabrica componentes de magnesio y otros metales importados desde China y México. “Pero creo que para México y Canadá, las cosas seguirán funcionando igual”.
Río abajo, en la pujante ciudad de Brownsville, el alcalde John Cowen destacó varios logros para la región: desde una enorme terminal de gas en el puerto hasta la llegada de SpaceX, que incluye una planta de producción de cohetes y una instalación de pruebas.
Aun así, temas como “los aranceles y la migración” representan “obstáculos significativos para aprovechar las oportunidades que tenemos por delante”, dijo Cowen en una reciente conferencia en Harvard University.
Fecha de publicación: 10/04/2025
Etiquetas: México Estados Unidos tarifas frontera comercio aranceles